viernes, 23 de marzo de 2012

MAÑANA SÁBADO, TRADICIONAL VIACRUCIS CON LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ DE LA PASIÓN


   Este sábado, sobre las 20:00 horas, tras la Misa de la tarde, efectuaremos como todos los sábados denominados de Pasión, Vía Crucis procesional con esta imagen mariana que tallara el imaginero palmero Don Pedro Rodríguez Perdomo. Su nombre, escogido por el artista, delata claramente su intención: la luz de la pasión. Luz porque abre el camino, de la pasión porque nos introduce en los misterios de dolor, muerte y resurrección que se desgranarán dentro de una semana, como las cuentas del rosario que porta en su mano derecha, en nuestras calles, haciéndose presente de forma pedagógica en los lugares emblemáticos de nuestra vida diaria. Su mano izquierda, en cambio, porta un pañuelo donde poder recoger su aflicción, su profundo dolor, reflejado en su expresivo rostro, mientras la espada de aquel día de la presentación de su Hijo en el templo le fuese profetizada (Lc 2, 33-35). ¡Qué lejos parecen aquellas palabras del ángel (Lc 1, 30-33) o el saludo lleno de la fuerza del Espíritu Santo de tu prima Isabel… (Lc 1, 39-48) que ayer viernes hemos celebrado en el día de la Encarnación del Hijo de Dios, como cada 23 de Marzo. Pero tú María, todo esto lo guardas en tu corazón (Lc 2, 19), y aunque te vistas de luto externamente, aunque tu manto sea negro como la noche oscura, florece misteriosamente, en medio de esa negación a la vida, la esperanza suspendida en un sí. Por eso tus ropas saben aún a gloria, damascadas en tonos suaves, sobre fondos rojizos, carmesíes, en un verde ausente que brota de tu interior mientras perladas lágrimas, quedamente, bañan tus mejillas.
   Luz de la Pasión, abres paso con tu dolor, enseñándonos que aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan (Salmo 22).
   Nadie mejor que Gerardo Diego para reflejar lo que se nos invita a contemplar: 
 Dame tu mano, María, 
la de las tocas moradas; 
clávame tus siete espadas 
en esta carne baldía. 
Quiero ir contigo en la impía 
tarde negra y amarilla. 
Aquí, en mi torpe mejilla, 
quiero ver si se retrata 
esa lividez de plata, 
esa lágrima que brilla. 
Déjame que te restañe   
ese llanto cristalino 
y a la vera del camino 
permite que te acompañe. 
Deja que en lágrimas bañe 
la orla negra de tu manto 
a los pies del árbol santo, 
donde tu fruto se mustia. 
Capitana de la angustia: 
no quiero que sufras tanto. 
Qué lejos, Madre, la cuna  
y tus gozos de Belén: 
"No, mi Niño, no. No hay quien 
de mis brazos te desuna". 
Y rayos tibios de luna, 
entre las pajas de miel, 
le acariciaban la piel 
sin despertarle. ¡Qué larga 
es la distancia y qué amarga 
de Jesús muerto a Emmanuel! 
¿Dónde está ya el mediodía  
luminoso en que Gabriel, 
desde el marco del dintel, 
te saludó: "Ave, María"? 
Virgen ya de la agonía, 
tu Hijo es el que cruza ahí. 
Déjame hacer junto a ti 
ese augusto itinerario. 
Para ir al monte Calvario, 
cítame en Getsemaní. 
A ti, doncella graciosa,  
hoy maestra de dolores, 
playa de los pecadores, 
nido en que el alma reposa, 
a ti ofrezco, pulcra rosa, 
las jornadas de esta vía. 
A ti, Madre, a quien quería 
cumplir mi humilde promesa. 
A ti, celestial princesa, 
Virgen sagrada María.  
Amén.