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Millones de personas en todo el mundo han tenido que abandonar sus hogares presionados por la guerra, la violencia terrorista, la imposición de dictaduras, las crisis ambientales, las hambrunas, las enfermedades. En ocasiones, todas estas personas se ven abocadas a los caminos, las viviendas provisionales, los campos masificados, las carencias en salud, los asaltos violentos, el abuso de los poderosos.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, el ACNUR, trata de establecer una serie de medidas de protección basadas en los convenios internacionales encaminadas a una de estas soluciones: el retorno, la incardinación en el país de refugio o la marcha e incardinación en un tercer país.
Sorprende saber que los países del norte del mundo, los más ricos, son los países que menos refugiados aceptan dentro de sus fronteras; mientras tanto, son los países más pobres y con menos recursos institucionales los que tienen que hacer esfuerzos tremendos para incorporar a esta población golpeada.
Por intuición de Pedro Arrupe sj, se fundó el Servicio Jesuita de Refugiados. Se trata de un esfuerzo por acompañar, servir y defender a las personas en refugio. Se trata de un esfuerzo grande, importante, priorizado por la Compañía de Jesús. La guerra, las hambrunas, las persecuciones: todo eso sigue generando hoy una inmensa multitud que golpea nuestra conciencia, los refugiados.